miércoles, 31 de mayo de 2017

EL GATO NEGRO

Oliver paseaba por las estrechas calles de aquel pintoresco lugar. Con sus curiosos ojos observaba todo cuanto le rodeaba: los abundantes puestos situados bajo el sol, los turistas paseando por las abarrotadas calles… Atravesó la ancha plaza y se desvió por una pequeña callecita, situada a la derecha, que se encontraba desierta. Desde el otro lado de la calle un gato negro de brillantes ojos le observaba fijamente. Oliver volvió la mirada hacia atrás para ver la transitada plaza que había dejado a sus espaldas; después volvió a mirar al gato, que permanecía inmóvil.
Oliver observó a su alrededor, y entendió por qué aquella callejuela era tan solitaria, las casas estaban abandonadas, la pintura de las paredes estaba sucia y descuidada, y pese a lo cerca que se hallaba de lugares ruidosos, a los oídos de Oliver no llegaba ni un solo susurro, tan solo el maullar de aquel gato negro. Avanzó lentamente a través del estrecho lugar. Cuando llegó a la altura del felino, este comenzó a enredarse entre sus piernas; después el gato comenzó a avanzar, girándose cada poco para mirar a aquel curioso muchacho que se había quedado quieto. Estaba claro que el gato quería que Oliver lo siguiera.
Avanzó y cruzó por otras calles igual de solitarias y estrechas, hasta que finalmente el gato le guió a un lugar un tanto peculiar. Aquel callejón era más estrecho que los demás, pues Oliver tocaba las paredes de las casas sin estirarse. Según iba avanzando la luz iba disminuyendo, hasta dejarle sumido en una profunda oscuridad. Nervioso, quiso darse la vuelta y salir de aquel lugar, pero, se trataba de un lugar tan estrecho, que le era casi imposible volverse. Giró la cabeza y de pronto vio algo insólito. Era él. Estaba adentrándose en aquel callejón siguiendo al gato, igual que unos segundos atrás. Empezó a ponerse cada vez más nervioso, ¿Qué estaba sucediendo?, comenzó a respirar con dificultad, le daba la sensación de estar atrapado; finalmente cayó desmayado.
Cuando abrió los ojos estaba en su habitación. No sabía si había sido una pesadilla o había sucedido de verdad. Observó todo a su alrededor y vio que estaba en calma, sin duda habría sido un simple sueño. Se levantó y descorrió las cortinas, abrió la ventana, y observó los tejados de las casas bajo aquel espléndido sol. Paseando entre ellos vio algo que le llamó la atención. Aquella oscura figura se acercó hasta su ventana para sentarse en el borde. Se trataba de un gato negro de brillantes ojos, era exactamente igual al que había seguido. El felino clavó una vez más su mirada en Oliver, lo cual hizo estremecerse al joven; entonces, ¿había sido real?




jueves, 18 de mayo de 2017

LA HISTORIA DEL SEÑOR VILLA-ROBLES

Fuera, el viento huracanado y la fuerte lluvia se habían adueñado de las pedregosas calles, por no mencionar los truenos que retumbaban entre las casas haciendo temblar todo.  En la buhardilla de una de ellas, alejado de todo, estaba Martín. En aquel momento se encontraba tumbado bocarriba mirando el techo y escuchando la lluvia golpear contra el tejado.  Sobre la mesa había un periódico doblado; una gran fotografía de un hombre de aspecto antiguo ocupaba la portada, su cara era alargada y extremadamente delgada, su gesto era serio y su mirada desafiante; un largo bigote se dibujaba sobre sus finos labios.  Junto a aquel inquietante retrato había un enorme titular en el que ponía ¿Ha vuelto el famoso Señor Villa-Robles? Como ya publicamos en edición anterior, este famoso personaje parece haber regresado, pues algunos vecinos aseguran haberle visto por las calles. Podría ser cierto, dado que una oleada de inquietantes asesinatos está azotando toda la zona; sin embargo, resulta difícil de creer, ya que el Señor Villa-Robles fue, en efecto, un peligroso asesino encarcelado y fusilado en 1922.
Martín había estado leyendo el periódico una y otra vez; notaba la inquietud formarse dentro de él, pues el pueblo en el que decían haber visto al Señor Villa-Robles era el pueblo de al lado. Llego a la conclusión de que se trataría de una farsa ante la falta de noticias y la falta de turismo por aquellos lugares desesperados por captar la atención.

El chico se levantó de la cama y fue junto a la ventana. El viento casi arrancaba los árboles, y la lluvia a penas le dejaba ver con claridad el horizonte. Bajó la vista hasta la desgastada calle, y allí, de pie como una estatua vio un hombre. Era alto, delgado; vestía un traje negro y se apoyaba en un bastón. Su cara era delgada y sus ojos brillaban bajo la lluvia. Martín lo observó durante unos segundos, al igual que hizo el hombre. Cuando el chico giró la cabeza y vio la fotografía del periódico sobre la mesa, confirmo sus sospechas: era el señor Villa-Robles. Giró la cara y lo miró caminar lentamente por la calle; al mismo tiempo que avanzaba, el grito desgarrador de una mujer inundó aquel lugar. Martín se quedó pálido, otra inexplicable muerte acababa de suceder. El señor Villa-Robles había regresado.