Oliver paseaba por las estrechas calles de aquel
pintoresco lugar. Con sus curiosos ojos observaba todo cuanto le rodeaba: los
abundantes puestos situados bajo el sol, los turistas paseando por las
abarrotadas calles… Atravesó la ancha plaza y se desvió por una pequeña
callecita, situada a la derecha, que se encontraba desierta. Desde el otro lado de la calle un gato
negro de brillantes ojos le observaba fijamente. Oliver volvió la mirada hacia
atrás para ver la transitada plaza que había dejado a sus espaldas; después
volvió a mirar al gato, que permanecía inmóvil.
Oliver observó a su alrededor, y entendió por qué
aquella callejuela era tan solitaria, las casas estaban abandonadas, la pintura
de las paredes estaba sucia y descuidada, y pese a lo cerca que se hallaba de
lugares ruidosos, a los oídos de Oliver no llegaba ni un solo susurro, tan solo
el maullar de aquel gato negro. Avanzó lentamente a través del estrecho
lugar. Cuando llegó a la altura del felino, este comenzó a enredarse entre sus
piernas; después el gato comenzó a avanzar, girándose cada poco para mirar a
aquel curioso muchacho que se había quedado quieto. Estaba claro que el gato quería que Oliver lo siguiera.
Avanzó y cruzó por otras calles igual de
solitarias y estrechas, hasta que finalmente el gato le guió a un lugar un
tanto peculiar. Aquel callejón era más estrecho que los demás, pues Oliver
tocaba las paredes de las casas sin estirarse. Según iba avanzando la luz iba
disminuyendo, hasta dejarle sumido en una profunda oscuridad. Nervioso, quiso
darse la vuelta y salir de aquel lugar, pero, se trataba de un lugar tan
estrecho, que le era casi imposible volverse. Giró la cabeza y de pronto vio
algo insólito. Era él. Estaba adentrándose en aquel callejón siguiendo al gato,
igual que unos segundos atrás. Empezó a ponerse cada vez más nervioso, ¿Qué
estaba sucediendo?, comenzó a respirar con dificultad, le daba la sensación de
estar atrapado; finalmente cayó desmayado.
Cuando abrió los ojos estaba en su habitación. No
sabía si había sido una pesadilla o había sucedido de verdad. Observó todo a su
alrededor y vio que estaba en calma, sin duda habría sido un simple sueño. Se
levantó y descorrió las cortinas, abrió la ventana, y observó los tejados de
las casas bajo aquel espléndido sol. Paseando entre ellos vio algo que le llamó
la atención. Aquella oscura figura se acercó hasta su ventana para sentarse en
el borde. Se trataba de un gato negro de brillantes ojos, era exactamente igual
al que había seguido. El felino clavó una vez más su mirada en Oliver, lo cual
hizo estremecerse al joven; entonces, ¿había sido real?