Fuera, el viento huracanado y la fuerte lluvia se habían
adueñado de las pedregosas calles, por no mencionar los truenos que retumbaban
entre las casas haciendo temblar todo.
En la buhardilla de una de ellas, alejado de todo, estaba Martín. En
aquel momento se encontraba tumbado bocarriba mirando el techo y escuchando la
lluvia golpear contra el tejado. Sobre
la mesa había un periódico doblado; una gran fotografía de un hombre de aspecto
antiguo ocupaba la portada, su cara era alargada y extremadamente delgada, su
gesto era serio y su mirada desafiante; un largo bigote se dibujaba sobre sus
finos labios. Junto a aquel inquietante
retrato había un enorme titular en el que ponía ¿Ha vuelto el famoso Señor Villa-Robles? Como ya publicamos en edición anterior, este famoso personaje parece
haber regresado, pues algunos vecinos aseguran haberle visto por las calles. Podría
ser cierto, dado que una oleada de inquietantes asesinatos está azotando toda
la zona; sin embargo, resulta difícil de creer, ya que el Señor Villa-Robles
fue, en efecto, un peligroso asesino encarcelado y fusilado en 1922.
Martín había estado leyendo el periódico una y otra vez;
notaba la inquietud formarse dentro de él, pues el pueblo en el que decían
haber visto al Señor Villa-Robles era el pueblo de al lado. Llego a la
conclusión de que se trataría de una farsa ante la falta de noticias y la falta
de turismo por aquellos lugares desesperados por captar la atención.
El chico se levantó de la cama y fue junto a la ventana. El
viento casi arrancaba los árboles, y la lluvia a penas le dejaba ver con
claridad el horizonte. Bajó la vista hasta la desgastada calle, y allí, de pie
como una estatua vio un hombre. Era alto, delgado; vestía un traje negro y se
apoyaba en un bastón. Su cara era delgada y sus ojos brillaban bajo la lluvia.
Martín lo observó durante unos segundos, al igual que hizo el hombre. Cuando el
chico giró la cabeza y vio la fotografía del periódico sobre la mesa, confirmo
sus sospechas: era el señor Villa-Robles. Giró la cara y lo miró caminar
lentamente por la calle; al mismo tiempo que avanzaba, el grito desgarrador de
una mujer inundó aquel lugar. Martín se quedó pálido, otra inexplicable muerte
acababa de suceder. El señor Villa-Robles había regresado.