jueves, 16 de marzo de 2017

LOS AMANTES

Las gentes del lugar solían decir que la catedral estaba embrujada; he de reconocer que en su día no les creí, pensé que era una farsa para atraer a turistas curiosos. No tardé en darme cuenta de que eso no era como yo pensaba. En cuanto vi la monumental catedral alzarse ante mis ojos, supe que en ella había algo especial. Las desgastadas piedras y las apagadas vidrieras daban un aspecto fantasmal al lugar. Me llamó la atención de tal manera que decidí adentrarme en ella para descubrir los secretos ocultos tras esas grandes paredes. Recorrí todos los rincones, y no vi nada fuera de lo común, hasta que estaba a punto de marcharme. Una de las últimas tumbas, la más decorada, tenía algo extraño. Junto a ella, había una bonita escultura de un ángel. Sin embargo, aquel ángel lloraba unas lágrimas negras que caían sobre la tapa de la blanca lápida. Cada vez que aquellas gotas negras manchaban el impecable mármol, un grito apenas audible y desgarrador, salía de lo más profundo del ataúd; como si el alma de una mujer luchara por salir de aquel lugar que la mantenía presa. Al presenciar tal escena me asusté y me aparté de la verja que aislaba la tumba. Noté una mano sobre mi hombro y me giré sobresaltada.
Fotografía: María Iruela
-No debes asustarte, Doña Esmeralda fue buena- dijo un hombre con una bondadosa sonrisa dibujada en el rostro.
-¿Doña Esmeralda?- pregunté. El anciano asintió.
-¿No conoces la leyenda?- preguntó él con una expresión de sorpresa. Yo negué con la cabeza, y él lo hizo a modo de desaprobación.  Lancé una rápida mirada a la lápida y después al hombre.
-Déjame contártela- yo asentí, sentía curiosidad.
-Hace muchísimo tiempo vivía en este lugar una joven muchacha que pertenecía a la familia más noble de la ciudad, su nombre, era Esmeralda. En aquella época, como solía ocurrir con frecuencia, su familia había concertado un matrimonio. La joven Esmeralda había sido casada con un anciano tan rico como detestable. Por suerte para ella, el hombre murió a los pocos meses.
Obligada por la costumbre, ella debía guardar luto e ir a rezar todas las tardes a la iglesia, en este caso, la catedral;  allí, conoció a un muchacho de origen humilde, del cual se enamoró perdidamente. Como era de esperar, la cosa no salió bien, pues fueron descubiertos, y por tanto, condenados a muerte. Ella fue colgada, mientras que a él le decapitaron. La leyenda cuenta que los gritos que se escuchan en la tumba, son los lamentos de Doña Esmeralda por haber sido apartada de su verdadero amor, tanto en vida, como en muerte, ya que no se sabe dónde está su cadáver- el hombre concluyó la narración.
-¿Y las lágrimas negras del ángel?- pregunté.


-Son el luto que ella guarda por la muerte de su joven amante. Como te dije, no debes asustarte, tan solo se trata de una pobre chica que está condenada al sufrimiento eterno-.