Las gentes
del lugar solían decir que la catedral estaba embrujada; he de reconocer que en
su día no les creí, pensé que era una farsa para atraer a turistas curiosos. No
tardé en darme cuenta de que eso no era como yo pensaba. En cuanto vi la
monumental catedral alzarse ante mis ojos, supe que en ella había algo
especial. Las desgastadas piedras y las apagadas vidrieras daban un aspecto
fantasmal al lugar. Me llamó la atención de tal manera que decidí adentrarme en
ella para descubrir los secretos ocultos tras esas grandes paredes. Recorrí
todos los rincones, y no vi nada fuera de lo común, hasta que estaba a punto de
marcharme. Una de las últimas tumbas, la más decorada, tenía algo extraño.
Junto a ella, había una bonita escultura de un ángel. Sin embargo, aquel ángel
lloraba unas lágrimas negras que caían sobre la tapa de la blanca lápida. Cada
vez que aquellas gotas negras manchaban el impecable mármol, un grito apenas
audible y desgarrador, salía de lo más profundo del ataúd; como si el alma de
una mujer luchara por salir de aquel lugar que la mantenía presa. Al presenciar
tal escena me asusté y me aparté de la verja que aislaba la tumba. Noté una
mano sobre mi hombro y me giré sobresaltada.
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Fotografía: María Iruela |
-¿Doña
Esmeralda?- pregunté. El anciano asintió.
-¿No
conoces la leyenda?- preguntó él con una expresión de sorpresa. Yo negué con la
cabeza, y él lo hizo a modo de desaprobación.
Lancé una rápida mirada a la lápida y después al hombre.
-Déjame
contártela- yo asentí, sentía curiosidad.
-Hace
muchísimo tiempo vivía en este lugar una joven muchacha que pertenecía a la
familia más noble de la ciudad, su nombre, era Esmeralda. En aquella época, como
solía ocurrir con frecuencia, su familia había concertado un matrimonio. La
joven Esmeralda había sido casada con un anciano tan rico como detestable. Por
suerte para ella, el hombre murió a los pocos meses.
Obligada
por la costumbre, ella debía guardar luto e ir a rezar todas las tardes a la
iglesia, en este caso, la catedral;
allí, conoció a un muchacho de origen humilde, del cual se enamoró
perdidamente. Como era de esperar, la cosa no salió bien, pues fueron
descubiertos, y por tanto, condenados a muerte. Ella fue colgada, mientras que
a él le decapitaron. La leyenda cuenta que los gritos que se escuchan en la
tumba, son los lamentos de Doña Esmeralda por haber sido apartada de su
verdadero amor, tanto en vida, como en muerte, ya que no se sabe dónde está su cadáver-
el hombre concluyó la narración.
-¿Y las
lágrimas negras del ángel?- pregunté.
-Son el
luto que ella guarda por la muerte de su joven amante. Como te dije, no debes
asustarte, tan solo se trata de una pobre chica que está condenada al
sufrimiento eterno-.