lunes, 31 de octubre de 2016

EL SONIDO DE LAS OLAS

Fotografía: María Iruela
Desde que era pequeña, Olivia solía acudir a un extenso y peculiar lago con olas cercano a su casa; las leves olas le bañaban los pies con el agua casi helada, y en un susurro siempre le parecía escuchar su nombre. 
Le gustaba contemplar su reflejo en el agua, parecía que se miraba en un espejo. Tan perfecto, tan claro.
Una mañana Olivia fue hasta el lago, como era costumbre. Sumida en sus pensamientos caminaba hacía las profundidades de él. Una vez más, se incorporó hacia delante y miró al agua. Algo había cambiado. Su reflejo, ya no estaba ahí, había desaparecido.
- Oliviaaa-  susurró una dulce voz que se perdía con el sonido del agua. Hasta en tres ocasiones esa voz la llamó. Parecía que provenía de debajo del agua. Desconcertada Olivia agachó la cabeza hasta que su nariz rozó las olas. Sin duda alguna el sonido provenía de allí abajo. Cuando Olivia fijó la vista en el agua vio que su reflejo volvía a estar allí, frente a ella. En unas fracciones de segundo la cara que había reflejada salió a la superficie. No se trataba de su reflejo, se trataba de una chica con su misma cara. Esta chica levanto su brazo y agarró a Olivia por el cuello, pero su mano le traspaso. No podía agarrarla. No podía matar a alguien que ya estaba muerto, pues hacía años que siguiendo el sonido de las olas se había ahogado en las profundidades del agitado lago. La locura le había hecho escuchar voces y ver rostros inexistentes abalanzarse sobre ella. Como un alma en pena estaba condenada a revivir todos los días, el día de su muerte, tal y como ella había creído vivirlo.