
Una mañana, cuando sus padres se marcharon a trabajar, el joven Deian
decidió salir de su casa para pasar la mañana en la bahía y así despejarse. El
otoño estaba siendo frío y lluvioso, se puso un jersey rojo y una bufanda, y
encima se vistió con su típica chaqueta negra con capucha. Por suerte la lluvia
aquella mañana no era muy fuerte y decidió no llevarse nada más para
resguardarse del posible chaparrón. Cerró la casa con llave y avanzó hasta la
pequeña puerta de salida.
-Buenos días Deian- dijo su vecino, el señor Blevins.
-Buenos días señor Blevins– dijo Deian con un golpe de voz. Su
intención no era ser descortés, pero llevaba ya un tiempo inquieto y lo único
que quería era marcharse de allí, en lugar de estar de conversación con su
anciano vecino.
-¿Te encuentras bien hijo?, tienes mala cara, ¿no has dormido?- dijo el
hombre acercándose hasta Deian. Entonces el joven tuvo una idea, si si sueño se
repetía tanto debía e ser por algo, el Señor Blevins llevaba viviendo allí toda
la vida, quizás él pudiera ayudarle.
- La verdad, Señor Blevins es que últimamente duermo mal, a decir
verdad, a penas duermo. Tengo entendido que usted ha vivido aquí toda la vida,
¿cierto?- preguntó el joven con una
forzada sonrisa.
-En efecto. Esta siempre ha sido la casa de mi familia, ¿Por qué lo
preguntas?-
- Verá, últimamente tengo un sueño, es siempre igual y parece muy real.
En él aparece una mujer. ¿Quién vivió en esta casa antes de que llegáramos
nosotros?- preguntó Deian con curiosidad.
-Escúchame bien, chico. Por esta casa han pasado muchísimas personas,
todas se han marchado, pero no por lo que estás pensando. Hay gente que se muda
constantemente.- dijo el hombre en un tono frio.
- Pero yo solo busco a una persona en particular. A una anciana- dijo
Deian que fue rápidamente interrumpido por el señor Blevins.
-¿Una anciana? Puedo asegurarte, muchacho, que aquí nunca ha vivido
ninguna anciana. Será mejor que no sigas con las preguntas, y que te olvides
del tema- dijo el hombre que estaba alterándose cada vez más. Deian sabía
perfectamente que aquel hombre le ocultaba algo, pero ¿Por qué?
El señor Blevins se metió rápidamente en su casa, sin dar la
oportunidad a Deian de hacerle ninguna otra pregunta, aquello era algo muy
extraño.
Tal como tenía pensado, pasó la mañana en la bahía, trató de relajarse
y de olvidarse de todo, ya era hora de que las cosas fueran cambiando, no podía
estar asustado como un niño pequeño cada vez que oscurecía y llegaba la hora de
irse a dormir. Pasó allí casi todo el día, olvidándose de las comidas y de
todo, hasta que empezó a anochecer y decidió volver a su casa antes de que sus
padres se empezaran a preocupar. Cogió el autobús y no tardó mucho en llegar.
Cuando entró a su casa sus padres estaban sentados en el salón con rostro
serio.
-¿Qué has estado haciendo, Deian?- le preguntó su padre con el ceño
fruncido. Deian se encogió de hombros y se quitó la chaqueta.
-He estado en la bahía, nada más-
-¿Nada más?, no quiero que vuelvas a molestar al señor Blevins con tus
preguntas, ¿me has entendido?- dijo su padre furioso. Deian no comprendía nada.
-No le he molestado, era mera curiosidad, además, él empezó
preguntándome primero- dijo el chico intentando defenderse.
-Mira Deian, no sé qué es lo que le habrás estado preguntando a ese
hombre, pero ha venido a vernos muy alterado y exigiendo que dejes de hacer
preguntas extrañas o los vecinos la tomarán contigo- dijo el padre lleno de
ira. Deian cada vez entendía menos. No podía comprender como por una pregunta
tan insignificante como la que le había hecho al señor Blevins, se había
formado ese revuelo. Sin duda era la señal de que había algo importante. El
chico subió con desgana y enfado a su habitación, tal vez los anteriores
propietarios se habían marchado por la misma razón, pero si estaba en lo
cierto, ¿Por qué solo él tenía esos sueños?, ¿Por qué a sus padres no les
sucedía lo mismo?
Estaba tan cansado que ni si quiera se puso el pijama. Se tumbó encima
de la cama y poco a poco fue quedándose dormido. Una vez más el sueño se
repitió, pero esta vez fue un tanto diferente. Cuando bajó al salón y vio a la
anciana arrastrando la pala, y esta le miró, le agarró de la mano y le dijo
tres palabras que le helaron la sangre. “Él me mató”, Deian se asustó e intentó
deshacerse de la mano de la mujer, que le estaba agarrando. Sin querer está
cayó al suelo y tiró el sombrero del padre de Deian al suelo, ya que estaba
apoyado en la mesa, junto a ellos dos. El chico subió a su habitación y se
metió corriendo en la cama, y cuando creyó quedarse dormido, se despertó. Se
incorporó. Tenía el corazón acelerado. Estiró el brazo y encendió una pequeña
lucecita. ¿Aquellas pesadillas no iban a cesar nunca? Se frotó los ojos e
intento relajarse. Pero el corazón se le encogió cuando escuchó una dulce
melodía que provenía de la parte baja de la casa. Temblando e intentando no
hacer ruido salió de su habitación para escuchar mejor. No había duda, la
melodía era la misma que escuchaba en sus sueños. No sabía si bajar o volver a
meterse en la cama, pero por alguna razón, decidió bajar, tal vez era la manera
de acabar con esto.
Bajo lentamente los escalones hasta llegar al tocadiscos. Una vez allí,
lo apagó, y todo sucedió igual que en su sueño. Una oscura y encorvada silueta
atravesaba el salón para ir hacia la cocina, y después salir por la puerta. La
mujer cargaba con la pala como de costumbre.
Deian se acercó un poco para comprobar que lo que estaba viendo era
totalmente real y no imaginaciones suyas.
En aquel momento la mujer frenó en seco y dejo caer la pala. Se giró lentamente
y miró a Deian. Su expresión era seria, no sonriente como en el sueño, pero lo
que era idéntico era los ojos de cada color, algo que hacía que Deian no
pudiera olvidar nunca su rostro. Con el ruido generado los padres del chico
bajaron a toda prisa hasta donde se encontraba su hijo.
-¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí?, más vale que se vaya- amenazó su
padre. La madre de Deian dio un paso hacia delante y después inundó la sala con
un grito ensordecedor.
-Es un fantasma, es un fantasma- dijo la mujer agarrando fuertemente a
su hijo.
-Él me mató- dijo la anciana. Después, desapareció como por arte de
magia. La familia estaba conmocionada por lo sucedido. Los tres se dirigieron
al salón para tomarse una tila y tranquilizarse, en especial Margot, la madre
de Deian, que aún seguía pálida como la leche.
-¿Cómo has sabido que era un fantasma?- preguntó Deian-¿tú también has
soñado con ella?-.
-¿Soñar con ella?, no por dios. No me digas que habías soñado con esa
mujer- dijo Margot con una expresión de
horror dibujada en su rostro. Deian asintió.
Hubo una pausa.
-He visto a esa mujer en fotos. Su nombre es Agatha Blevins, la difunta
esposa del Señor Blevins, el mismo me lo dijo el otro día cuando entré a su
casa a ayudarle con unas bolsas. Tenía su foto por todas partes- dijo la mujer
horrorizada.
-¿Te contó algo más?- preguntó el padre de Deian acercándose a su mujer
para tranquilizarla. Ella negó con la cabeza.
-Solo me dijo que murió repentinamente- respondió ella con gran
dificultad.
-¿Murió repentinamente? Acaba de decir que la mataron, además, venía
del jardín con una pala, y si…- comenzó a decir Deian, que había estado todo
este tiempo intentando conectar las cosas.
-Ni se te ocurra pensar eso, y mucho menos decirlo. No no no, me niego
a escucharlo- dijo su madre muy alterada. El muchacho miró a su padre, el cual
estaba muy pensativo, sabía que su hijo tenía razón. Aquella noche nadie pego ojo en aquella casa.
Mientras Margot se había quedado dormida en el sofá, Deian y su padre empezaron
a excavar por todo el jardín. Estuvieron horas y horas, incluso había
amanecido, y ellos seguían allí.
-Deian, rápido, llama a la policía. Aquí hay algo-
Después de todo este suceso la verdad salió a la luz, el cadáver fue
retirado de la casa de esta familia, y el señor Blevins encarcelado. Lo más
importante fue que el fantasma dejó de colarse en los sueños de sus habitantes.
Como era de esperar, Deian y su familia cambiaron de domicilio, pero
eso sí, sin abandonar la ciudad de Cardiff.