jueves, 12 de octubre de 2017

UNA CASA DE CARDIFF

Hacía poco más de un mes que Deian se había mudado desde un pequeño pueblo hasta el centro de la capital galesa. Pasaba mucho tiempo solo dentro de la casa nueva, ya que a sus padres les había salido un nuevo trabajo y apenas tenían tiempo de ver a su hijo. Deian ya era lo suficientemente mayor como para poder quedarse solo y sin que sus padres tuvieran nada que temer,sin embargo,había algo que mantenía inquieto al joven, algo de lo que no podía hablar con nadie, ya que podían tomarle por loco. Desde el momento en que llegó, todas las noches tenía el mismo sueño. Como cada noche se puso el pijama y se metió en la cama, leyó un par de páginas del libro que tenía a medias, y enseguida se quedó dormido. Entre el frío de la noche y el crujir del suelo, el sueño volvía a repetirse. Deian se levantaba de su cama, inquieto y asustado, pues lo que le había despertado era una dulce y escalofriante melodía. Sus pies descalzos rozaban el suelo de madera sin hacer a penas ruido. Salía de su cuarto y bajaba lentamente las escaleras iluminado por una tenue luz que alguien se había dejado encendida. Caminaba hasta el tocadiscos y lo apagaba, dejando así la casa en el más absoluto silencio. Se giraba para subir las escaleras y volver a dormir, cuando a sus espaldas, atravesando el salón, observó a una vieja anciana de pelo rizado y gris caminar encorvada y arrastrando lo que parecía una sucia pala. Se aproximó hasta ella con cuidado para no ser visto, pero en aquel instante la mujer, que tenía un ojo castaño y otro azul, le miraba fijamente y le sonreía de manera aterradora. Era en aquel punto en el que siempre se despertaba. No lograba entender por qué desde el primer día que pusieron un pie en aquella casa, aquel sueño se le repetía tan constantemente.
Una mañana, cuando sus padres se marcharon a trabajar, el joven Deian decidió salir de su casa para pasar la mañana en la bahía y así despejarse. El otoño estaba siendo frío y lluvioso, se puso un jersey rojo y una bufanda, y encima se vistió con su típica chaqueta negra con capucha. Por suerte la lluvia aquella mañana no era muy fuerte y decidió no llevarse nada más para resguardarse del posible chaparrón. Cerró la casa con llave y avanzó hasta la pequeña puerta de salida.
-Buenos días Deian- dijo su vecino, el señor Blevins.
-Buenos días señor Blevins– dijo Deian con un golpe de voz. Su intención no era ser descortés, pero llevaba ya un tiempo inquieto y lo único que quería era marcharse de allí, en lugar de estar de conversación con su anciano vecino.
-¿Te encuentras bien hijo?, tienes mala cara, ¿no has dormido?- dijo el hombre acercándose hasta Deian. Entonces el joven tuvo una idea, si si sueño se repetía tanto debía e ser por algo, el Señor Blevins llevaba viviendo allí toda la vida, quizás él pudiera ayudarle.
- La verdad, Señor Blevins es que últimamente duermo mal, a decir verdad, a penas duermo. Tengo entendido que usted ha vivido aquí toda la vida, ¿cierto?-  preguntó el joven con una forzada sonrisa.
-En efecto. Esta siempre ha sido la casa de mi familia, ¿Por qué lo preguntas?-
- Verá, últimamente tengo un sueño, es siempre igual y parece muy real. En él aparece una mujer. ¿Quién vivió en esta casa antes de que llegáramos nosotros?- preguntó Deian con curiosidad.
-Escúchame bien, chico. Por esta casa han pasado muchísimas personas, todas se han marchado, pero no por lo que estás pensando. Hay gente que se muda constantemente.- dijo el hombre en un tono frio.
- Pero yo solo busco a una persona en particular. A una anciana- dijo Deian que fue rápidamente interrumpido por el señor Blevins.
-¿Una anciana? Puedo asegurarte, muchacho, que aquí nunca ha vivido ninguna anciana. Será mejor que no sigas con las preguntas, y que te olvides del tema- dijo el hombre que estaba alterándose cada vez más. Deian sabía perfectamente que aquel hombre le ocultaba algo, pero ¿Por qué?
El señor Blevins se metió rápidamente en su casa, sin dar la oportunidad a Deian de hacerle ninguna otra pregunta, aquello era algo muy extraño.
Tal como tenía pensado, pasó la mañana en la bahía, trató de relajarse y de olvidarse de todo, ya era hora de que las cosas fueran cambiando, no podía estar asustado como un niño pequeño cada vez que oscurecía y llegaba la hora de irse a dormir. Pasó allí casi todo el día, olvidándose de las comidas y de todo, hasta que empezó a anochecer y decidió volver a su casa antes de que sus padres se empezaran a preocupar. Cogió el autobús y no tardó mucho en llegar. Cuando entró a su casa sus padres estaban sentados en el salón con rostro serio.
-¿Qué has estado haciendo, Deian?- le preguntó su padre con el ceño fruncido. Deian se encogió de hombros y se quitó la chaqueta.
-He estado en la bahía, nada más-
-¿Nada más?, no quiero que vuelvas a molestar al señor Blevins con tus preguntas, ¿me has entendido?- dijo su padre furioso. Deian no comprendía nada.
-No le he molestado, era mera curiosidad, además, él empezó preguntándome primero- dijo el chico intentando defenderse.
-Mira Deian, no sé qué es lo que le habrás estado preguntando a ese hombre, pero ha venido a vernos muy alterado y exigiendo que dejes de hacer preguntas extrañas o los vecinos la tomarán contigo- dijo el padre lleno de ira. Deian cada vez entendía menos. No podía comprender como por una pregunta tan insignificante como la que le había hecho al señor Blevins, se había formado ese revuelo. Sin duda era la señal de que había algo importante. El chico subió con desgana y enfado a su habitación, tal vez los anteriores propietarios se habían marchado por la misma razón, pero si estaba en lo cierto, ¿Por qué solo él tenía esos sueños?, ¿Por qué a sus padres no les sucedía lo mismo?
Estaba tan cansado que ni si quiera se puso el pijama. Se tumbó encima de la cama y poco a poco fue quedándose dormido. Una vez más el sueño se repitió, pero esta vez fue un tanto diferente. Cuando bajó al salón y vio a la anciana arrastrando la pala, y esta le miró, le agarró de la mano y le dijo tres palabras que le helaron la sangre. “Él me mató”, Deian se asustó e intentó deshacerse de la mano de la mujer, que le estaba agarrando. Sin querer está cayó al suelo y tiró el sombrero del padre de Deian al suelo, ya que estaba apoyado en la mesa, junto a ellos dos. El chico subió a su habitación y se metió corriendo en la cama, y cuando creyó quedarse dormido, se despertó. Se incorporó. Tenía el corazón acelerado. Estiró el brazo y encendió una pequeña lucecita. ¿Aquellas pesadillas no iban a cesar nunca? Se frotó los ojos e intento relajarse. Pero el corazón se le encogió cuando escuchó una dulce melodía que provenía de la parte baja de la casa. Temblando e intentando no hacer ruido salió de su habitación para escuchar mejor. No había duda, la melodía era la misma que escuchaba en sus sueños. No sabía si bajar o volver a meterse en la cama, pero por alguna razón, decidió bajar, tal vez era la manera de acabar con esto.
Bajo lentamente los escalones hasta llegar al tocadiscos. Una vez allí, lo apagó, y todo sucedió igual que en su sueño. Una oscura y encorvada silueta atravesaba el salón para ir hacia la cocina, y después salir por la puerta. La mujer cargaba con la pala como de costumbre.
Deian se acercó un poco para comprobar que lo que estaba viendo era totalmente real  y no imaginaciones suyas. En aquel momento la mujer frenó en seco y dejo caer la pala. Se giró lentamente y miró a Deian. Su expresión era seria, no sonriente como en el sueño, pero lo que era idéntico era los ojos de cada color, algo que hacía que Deian no pudiera olvidar nunca su rostro. Con el ruido generado los padres del chico bajaron a toda prisa hasta donde se encontraba su hijo.
-¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí?, más vale que se vaya- amenazó su padre. La madre de Deian dio un paso hacia delante y después inundó la sala con un grito ensordecedor.
-Es un fantasma, es un fantasma- dijo la mujer agarrando fuertemente a su hijo.
-Él me mató- dijo la anciana. Después, desapareció como por arte de magia. La familia estaba conmocionada por lo sucedido. Los tres se dirigieron al salón para tomarse una tila y tranquilizarse, en especial Margot, la madre de Deian, que aún seguía pálida como la leche.
-¿Cómo has sabido que era un fantasma?- preguntó Deian-¿tú también has soñado con ella?-.
-¿Soñar con ella?, no por dios. No me digas que habías soñado con esa mujer- dijo  Margot con una expresión de horror dibujada en su rostro. Deian asintió.
Hubo una pausa.
-He visto a esa mujer en fotos. Su nombre es Agatha Blevins, la difunta esposa del Señor Blevins, el mismo me lo dijo el otro día cuando entré  a su casa a ayudarle con unas bolsas. Tenía su foto por todas partes- dijo la mujer horrorizada.
-¿Te contó algo más?- preguntó el padre de Deian acercándose a su mujer para tranquilizarla. Ella negó con la cabeza.
-Solo me dijo que murió repentinamente- respondió ella con gran dificultad.
-¿Murió repentinamente? Acaba de decir que la mataron, además, venía del jardín con una pala, y si…- comenzó a decir Deian, que había estado todo este tiempo intentando conectar las cosas.
-Ni se te ocurra pensar eso, y mucho menos decirlo. No no no, me niego a escucharlo- dijo su madre muy alterada. El muchacho miró a su padre, el cual estaba muy pensativo, sabía que su hijo tenía razón.  Aquella noche nadie pego ojo en aquella casa. Mientras Margot se había quedado dormida en el sofá, Deian y su padre empezaron a excavar por todo el jardín. Estuvieron horas y horas, incluso había amanecido, y ellos seguían allí.
-Deian, rápido, llama a la policía. Aquí hay algo-

Después de todo este suceso la verdad salió a la luz, el cadáver fue retirado de la casa de esta familia, y el señor Blevins encarcelado. Lo más importante fue que el fantasma dejó de colarse en los sueños de sus habitantes.


Como era de esperar, Deian y su familia cambiaron de domicilio, pero eso sí, sin abandonar la ciudad de Cardiff.