jueves, 12 de octubre de 2017

FOTOGRAFÍAS

“-¿Qué es?- preguntó Victoria mirando a su abuela con una amplia sonrisa.
-Ábrelo y lo sabrás- contesto la anciana mujer.
-Pero abuela, si no es mi cumpleaños, no deberías haberme comprado nada- dijo la joven mientras desenvolvía cuidadosamente el regalo.
-Sí, lo sé, lo sé, pero lo vi y me acordé de ti. Pensé que te gustaría tenerla. Era mía-. Dijo la anciana sonriendo a su nieta, la cual tenía entre sus manos una antigua cámara de fotos que observaba con fascinación. Victoria se levantó del asiento y enseguida fue a abrazar a su abuela.”

Desde aquel instante, Victoria no se separó del regalo que su abuela le había hecho. Tomó numerosas fotografías durante aquellos meses, y como se trataba de una cámara antigua, aprendió a revelar dichas imágenes en una oscura y pequeña salita de la gran casa en la que vivía. Una noche de invierno, los copos empezaron a caer a gran velocidad sobre la pequeña ciudad en la que vivía Victoria junto con su familia. La luz de las farolas no era muy fuerte, pero si lo suficiente para que la chica tomara unas cuantas fotografías de aquella bonita estampa tan típica del invierno. Salió de su casa con paso firme, bajo sus pies ya se había formado una gruesa capa de nieve. Caminó por las vacías calles y tomó tantas fotos, que enseguida terminó el carrete. Como ya no tenía más posibilidades y el frio se le había metido en el cuerpo, decidió regresar a su casa. Tardó algo más de veinte minutos en llegar, y cuando lo hizo, comprobó como toda su familia se había marchado ya a dormir. Consultó el reloj y no se extrañó de la decisión de sus padres y su abuela, ya que eran las tres y media de la mañana. ¿Cómo podía no haber sido consciente de la hora?
Subió hasta su habitación y dejó la cámara sobre el escritorio, se puso el pijama y se fue a dormir. Dieron las cuatro de la mañana, las cuatro y media, y hasta las cinco, y Victoria seguía sin conciliar el sueño. Se levantó y miró por la ventana. Fuera aún seguía nevando con fuerza, aunque no era de extrañar, casi todos los inviernos sucedía lo mismo.  Se paseó por la habitación intentando conciliar el sueño, pero no hubo suerte. Entonces reparó en la cámara que había dejado sobre el escritorio, la garró y atravesó su habitación hasta abrir una pequeña puerta a la que solo ella tenía acceso. Ahí  revelaba sus fotos. Sin duda, si sus padres la hubieran visto a aquellas horas de la madrugada revelando fotos en lugar de dormir, la habrían echado una buena reprimenda. Se metió en el pequeño cuartito y comenzó revelando los negativos; después fue pasando las fotos por la ampliadora y dejó que se secaran. En aquel momento el sueño se estaba apoderando de ella cada vez más, lo que la llevo a dejar las fotos secando en el pequeño cuarto, mientras ella se tumbaba en la cama para dormir algo.
A la mañana siguiente se levantó bastante tarde.
-Hola cariño, te he traído un chocolate caliente- dijo su abuela mientras entraba lentamente en la habitación de Victoria.
-Gracias abuela- dijo la chica dándole un beso en la mejilla a la anciana mujer.
-No te oí llegar anoche, ¿hiciste muchas fotos?- dijo la viejecita observando a su nieta por encima de las gruesas gafas.
-Llené el carrete entero. No se lo digas a mis padres, pero ya las he revelado. ¿Quieres verlas?, aún no he tenido tiempo de verlas despacio, me quedé dormida…- dijo Victoria después de dar un largo trago del chocolate caliente.
Ambas se levantaron de la cama y cruzaron la habitación hasta el pequeño cuarto donde Victoria tenía las fotografías. Comenzó a recogerlas y juntarlas, pero su rostro cambió de repente. Nerviosa comenzó a mirarlas. Había captado algo que no debía estar allí.
-¿Hay algún problema querida?- preguntó su abuela. La joven levantó la vista y clavó la mirada en su abuela. Había un gran problema. En todas las fotos salía una figura, en unas estaba más definida que en otras. Llevaba un vestido largo, y la melena recogida en una trenza, Victoria no podía creerse lo que veía. Reconocería aquella figura y aquel rostro en cualquier lugar, era su abuela.
-No puede ser- dijo la chica por lo bajo al tiempo que se tapaba la boca.
Victoria no entendía nada.
-¿Por qué crees que no puede ser?- dijo la anciana tomando las fotografías entre sus manos.
-Abuela, sales aquí, y aquí también, y en todas las fotos que hice anoche, ¿Cómo puede ser posible, ni siquiera estabas conmigo?-. La anciana sonrió a su nieta y le dio un beso en la frente.

-Cariño, siempre estoy contigo aunque no me veas-.