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Fotografía: María Iruela |
Era una alargada torre alzada sobre un campo llano,
camuflada en la roca y alejada de todo. Sin embargo, aquella torre tenía una
gran peculiaridad y es que nunca tenía sombra. Este hecho, como no podía ser de
otra manera, contaba con una leyenda. Un día, hace mucho tiempo, en aquella
torre vivía un rey, sin duda, era el más valeroso de todos los tiempos, lo que
le había llevado a ganar innumerables batallas. Pero dicho rey tenía un gran
defecto: la avaricia. Entre las torres del castillo se acumulaban montañas de
monedas de oro, y toda clase de lujos; mientras él guardaba todo esto como si
fuera su mayor tesoro, las gentes de su pueblo vivían en la más absoluta
miseria. Una mañana, envuelta en viejos harapos y deslumbrada por el brillante
sol, una mujer llegó hasta las puertas del castillo, pues había estado
caminando tres horas desde el pueblo. Ella estaba gravemente enferma, al igual
que la gran mayoría de los aldeanos ya que no tenían dinero para alimentarse. La
mujer le rogó que ayudara a su pueblo, tan solo una pequeñísima parte
del oro que tenía podía salvar a toda la población. El rey, muy ofendido trató de
expulsar a esta extraña del castillo sin tan siquiera considerar su propuesta.
Cuando la mujer se hallaba en la puerta, antes de marcharse le lanzó una maldición. Para ella, el rey carecía de alma y corazón, pues su avaricia le cegaba
por completo, así que ella juró que haría lo mismo con el castillo, arrebataría
la sombra de este. Además, condenó al rey a ser eterno y no poder salir nunca
del castillo, haciendo que todo el oro que poseía perdiera su valor por
completo. Este, se puso tan furioso que acabó enloqueciendo; al principio le
suplicó a la bruja que le devolviera a la normalidad, y ella y a cambio
recibiría lo que había pedido, pero esta, desconfiada y conociendo las
verdaderas intenciones de su majestad, no le ofreció una segunda oportunidad.
Pasaron los años, y a ojos de todos, el rey y no existía, pues era un viejo loco
atrapado en una torre; poco a poco, los altos muros fueron quedando
abandonados, pues todos se habían marchado.
Hoy en día, el castillo continúa sin tener sombra, y aquel avaro
rey se encuentra atrapado dentro de este, rodeado de monedas, pero totalmente
solo.