jueves, 1 de junio de 2017

UN RECUERDO OLVIDADO

Fotografía: María Iruela
Había pasado por allí un millón de veces. Se trataba de una pequeña parcela que contaba con unas diez casas aproximadamente. Todas ellas eran idénticas, aunque por desgracia, unas siete de las bonitas casas se encontraban deshabitadas. Lo cierto es, que con el paso de los años habían ido adquiriendo un aspecto algo escalofriante; los tejados de pizarra negra le daban un aire de misterio a los abandonados jardines y los sucios cristales. Pasé por allí mil veces todos los veranos, pues solo frecuentaba aquella calle cuando me iba con mi abuela durante las vacaciones. Creía saber a la perfección cuales eran las casas deshabitadas y por qué se hallaban así, ya que detrás de cada casa, había una misteriosa historia. Una tarde tormentosa de verano, decidí salir a dar un pequeño paseo antes de que empezara a llover, tal y como las nubes estaban anunciando. Mi abuela vivía en la casa número tres, y la puerta de salida de la parcela, se hallaba en la otra esquina, enfrente de la diez. Como ya os habréis podido imaginar, recorrí la calle hasta alcanzar la puerta, pero aproximadamente a mitad del camino, algo llamó mi atención e hizo que frenara en seco. Allí, tras un sucio cristal había una figura, observándome fijamente. Intenté distinguir que era, hasta que mis ojos se encontraron con unos claros y brillantes ojos grises. Se trataba de un muchacho de apenas unos dieciocho años; su aspecto era descuidado, era muy delgado y parecía tener una parte del rostro ensangrentado. He de reconocer, que aquella imagen me sobrecogió por completo, y más porque pensaba que aquella casa, la número siete, se encontraba vacía desde hacía mucho tiempo. Intenté recordar lo que sabía sobre aquella casa, pero para mi sorpresa, mi mente fue incapaz de recordar su historia. No le di importancia, ya que pensé que aquel joven se había colado dentro, como tantos otros habían hecho solo por la curiosidad de ver que secretos hay ocultos entre aquellas paredes. Salí a dar el paseo tal y como tenía previsto, pero no pude borrarme la imagen del rostro ensangrentado y los desafiantes ojos grises observándome desde el otro lado.  Empecé a inquietarme cuando pensé que quizás aquel chico estaba herido y se encontraba demasiado débil como para pedir ayuda. Lo cierto es que su rostro no mostraba ningún signo de dolor, pero lo más prudente sería interrumpir mi paseo y regresar para ofrecerle mi ayuda.
Me di media vuelta y comencé a andar rápidamente para llegar hasta las casas. Una vez allí, abrí la puerta de la parcela y me deslicé dentro; anduve hasta la casa número siete, y vi que el chico de ojos grises ya no estaba en la ventana. Me acerqué hasta la puerta y llamé. Pasaron un par de minutos y nadie respondió al otro lado. Temí que aquel muchacho pudiera haberse desmayado, ya que la sangre podía provenir de un golpe en la cabeza. Me maldecí a mí misma por no haber actuado antes. Como nadie me abría la puerta, decidí ir por la parte de atrás y saltar la pequeña puerta del jardín perteneciente a esa casa.  El césped estaba quemado por el sol y había adquirido un tono amarillento. Las baldosas de la parte más cercana a la puerta estaban cubiertas por una gruesa capa de suciedad, mientras que la puerta de cristal que comunicaba la casa con aquel descuidado jardín, estaba rota. Me colé a través de aquel hueco y mis pies hicieron añicos los cristales que se encontraban en el suelo. Una ráfaga de viento me envolvió, haciendo parecer aquella escena más siniestra. Mientras atravesaba el comedor, que era la primera sala que había nada más entrar desde el jardín, llamé a aquel chico, pero no obtuve ninguna respuesta. Me dirigí hacia la cocina, ya que la ventana desde la que él me había observado se encontraba allí. Entré, y vi que la estancia estaba vacía. Ya sólo me quedaba mirar en la parte de arriba de la casa. ¿Dónde se habría metido?, igual se había marchado ya. También cruzó por mi mente la posibilidad de que aquel joven fuera un fantasma, al fin y al cabo, no sería la primera vez que me pasaba algo un tanto paranormal estando en aquel lugar. Descarté esa idea rápidamente, tras recordar que lo que yo había visto en otra ocasión fue tan solo una reacción psicológica provocada por el miedo que tenía en aquel instante.
Estaba parada frente a las escaleras, no sabía si debía subir y echar un vistazo, o pasar del tema y marcharme a casa, ya que estaba empezando a inquietarme, y la tormenta estaba ya encima haciendo retumbar los fuertes truenos por todas partes. Tal vez lo mejor sería ir a decírselo a mi abuela. Me había decidido a marcharme, cuando en el piso de arriba escuché pasos. Subí las escaleras lo más sigilosa que pude, tal vez le había asustado al colarme allí. Le busqué por las cuatro habitaciones que había, y no le encontré. Fue en aquel momento cuando me invadió una sensación de pánico. Quise bajar las escaleras a toda prisa, pero cuando miré, abajo, junto a ellas, estaba aquel chico inmóvil. Pude observar que iba totalmente lleno de agua, como si se hubiera caído en la piscina común de la parcela. Descarté la idea de que fuera mojado a causa de la lluvia, ya que no caía ni una sola gota. En aquel momento me arrepentí profundamente de haber entrado a la casa, pues era evidente que a aquel chico no le pasaba nada, es más, ni si quiera estaba segura de que la sangre que le cubría el rostro fuera suya. Sus ojos, llenos de furia se clavaron en mí, sin embargo decidió ignorarme y marcharse hacia la cocina. Acabe de bajar las escaleras y giré hacia el comedor lo más rápido que pude para escapar de allí.  Salí a toda prisa, y me dirigí a la casa de mi abuela. Cuando la anciana mujer me vio entrar por la puerta, detectó que algo me había pasado. Yo le relate la historia, aunque sabía que su respuesta seguramente sería regañarme por colarme en una casa ajena. Sin embargo, me equivoqué. Su rostro se quedó pálido.
-Veras, en aquella casa tuvo lugar una tragedia, probablemente una de las más espeluznantes que haya visto este lugar. Me sorprende que no lo recuerdes, tu tendrías unos siete años por aquel entonces, y lo viste con tus propios ojos- comenzó a narrar mi abuela.
-¿Qué yo lo vi?- pregunté extrañada. Mi abuela cerró los ojos y asintió muy despacio.
-Ya lo creo que lo viste, tú y la pequeña de aquella familia, erais muy amigas, estabais todo el tiempo juntas. Verás, aquel día, los padres de aquella familia se habían ido, y habían dejado al mayor de los hermanos, Víctor, al que tú describes, a cargo de sus dos hermanos pequeños, Adrián y Mara. Aquel chico nunca tuvo la cabeza en su sitio, sabe dios en que estaría pensando. Dejo a Adrián que se marchara sin preguntarle a donde, y bueno, tu estuviste por aquí jugando con Mara, concretamente, estabais sentadas en uno de los bancos cercanos a la piscina jugando con vuestras muñecas.  El caso es que Víctor metió en casa a un grupo de amigos, no sé qué es lo que sucedería, pero por alguna razón, empezó a discutir con uno de ellos, hasta tal punto que comenzó a golpearle en la cabeza y dejarle inconsciente. Recuerdo que tú me contaste que le viste salir de la casa furioso y tirando del otro chico mientras no paraba de golpearle, así que tanto tú como Mara vinisteis aquí para avisar. Se formó un gran revuelo, y cuando todos quisimos salir a ver qué pasaba vimos que tirado en el césped e inconsciente estaba el amigo con el que había comenzado a discutir. Mientras que en la piscina, flotando, y con la parte derecha del rostro ensangrentada, estaba Víctor. Le sacaron de allí, e intentaron reanimarle, pero nadie pudo hacer nada por salvarle. Después de aquello, y como es lógico, la familia se mudó a otro sitio lejos de aquí- concluyó mi abuela.
- Pero hay una cosa que no entiendo- dije, pero entonces mi abuela me cortó.
-No sabes cómo en un periodo tan corto de tiempo acabó muerto en el agua, ¿verdad?- yo asentí- veras querida, eso es algo que ni la policía ha podido explicar. Pensaron que podía haber sido uno de sus amigos, pero descartaron la opción, ya que todos huyeron despavoridos y en busca de ayuda cuando comenzó a golpear al otro muchacho. La otra opción que se barajó fue que se lo hubiera hecho el mismo, como ya te he dicho, nunca estuvo bien de la cabeza-. Me quedé paralizada y sin saber que decir, no entendía como había podido borrar algo así de mi mente, pues en mi cabeza no quedaba ni rastro de aquella familia.
-Claro, que eso no fue lo único que sucedió aquel día- dijo mi abuela. Yo me giré para mirarla sorprendida, ¿aún había más? – El otro hermano, Adrián, jamás regresó a casa. Nunca le han encontrado, nunca se ha sabido donde fue, y por qué no volvió. Como ya sabes, este lugar a veces parece que se traga a la gente- dijo mi abuela mientras bajaba la mirada. Por desgracia, tenía razón, allí la gente se esfumaba sin dejar rastro, y lo peor, es que sucedía más a menudo de lo normal, en especial, para ser un lugar tan pequeño. Hice una larga pausa mientras intentaba ordenar en mi mente todo lo que había visto, y todo lo que había escuchado.
-Pero abuela, entonces, ¿tú crees que lo que he visto es un fantasma?- dije preocupada, pues temía que pensara que estaba loca. Mi abuela me observó detenidamente y levantó una ceja.
-Naturalmente. Recuerda que aquí todo está siempre envuelto en misterio y cosas inexplicables- contestó ella con una gran seguridad.


Aquella fue la primera historia inquietante de muchas que tendrían lugar aquel verano.